El 13 de mayo de 1981 se perpetró el intento de asesinato del Papa Juan Pablo II en la plaza San Pedro de la Ciudad del Vaticano. Decenas de miles de personas presenciaron el atentado terrorista, que sucedió mientras el Pontífice saludaba a los fieles y segundos después de que tuviera entre sus brazos a un niño de ensortijados rulos rubios.
El mundo se conmovió por los cuatros disparos lanzados por Mehmet Ali Agca con una pistola semiautomática de 9 mm. Dos balas se alojaron en su estómago, otra le pegó en el brazo derecho y la restante en la mano izquierda.
En medio de una multitud, ensangrentado y gravemente herido, el Pontífice cayó en el vehículo que lo trasladaba y el mundo se paralizó por el inesperado ataque. Decenas de hombres de seguridad lo rodearon y el coche sin techo partió raudamente hacia el interior del Palacio Apostólico. Dos espectadores también resultaron heridos: Ann Oddre, de Estados Unidos, recibió un balazo en el pecho, y Rose Hill, de Jamaica, sufrió una herida superficial en el brazo.
El sicario–de saco gris y camisa blanca- fue atrapado por Camilo Cibin, jefe de seguridad del Cuerpo de Gendarmería del Vaticano. De rostro inescrutable, con barba de algunos días, y mirada extraviada, el turco casi no opuso resistencia.
El pontífice polaco fue derivado al Policlínico Universitario Agostino Gemelli, donde lo operaron durante seis horas. Por fortuna, las balas no afectaron la aorta abdominal ni la arteria mesentérica, pero Juan Pablo II perdió casi tres cuartos de su sangre, sufriendo un shock por desangramiento como consecuencia de la perforación intestinal.
La intervención requirió transfusiones de sangre y una colostomía temporal. Varios meses después tuvo una infección de citomegalovirus, debido a la sangre fresca que le incorporaron y que no había sido suficientemente tratada por la urgencia del caso.
Pese a numerosas versiones, nunca se supo con certeza las motivaciones de Agca para perpetrar ese ataque. Fue condenado a perpetua y el Papa lo visitó en la cárcel en 1983 para perdonarlo.
El 18 de enero de 2010 fue puesto en libertad, después de estar encarcelado en la prisión de alta seguridad de la localidad de Sincan, en las afueras de Ankara, capital de Turquía.