Desde 1977 se conmemora esta fecha en homenaje a Carlos Gardel y Julio De Caro, glorias de la música porteña.
Por iniciativa del compositor y productor artístico Ben Molar, el 11 de diciembre se celebra el “Día Nacional del Tango”, en conmemoración a las fechas de nacimiento de los creadores de dos vertientes del tango: “La Voz”: Carlos Gardel, el zorzal criollo, ídolo y figura representativa del tango, nacido el 11 de diciembre de 1890; y, “La Música”: Julio De Caro, gran director de orquesta y renovador del género, nacido el 11 de diciembre de 1899.
Esta fecha nació de un modo más que especial, era una noche de 1965, Ben Molar iba camino de la casa de Julio De Caro para festejar su cumpleaños cuando le surgió la gran idea: asoció la fecha de nacimiento de De Caro con la de Carlos Gardel. Cayó en la cuenta de que, además de ser las dos grandes vertientes, eran los dos grandes creadores nacionales.
Ese mismo año Molar presentó la propuesta a la Secretaria de Cultura de la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires, el 29 de noviembre de 1977, se promulgó el Decreto Nº 5830/77 por el cual se instauraba esta efeméride. En diciembre de ese año se aprobó el decreto a nivel nacional que estableció el 11 de diciembre como el “Día Nacional del Tango”.
En adhesión a esta fecha, recordamos el testimonio de la Sra. Irma Sicardi de Apollinaire, tomado en el año 2006, por el Archivo Histórico.
“… Mi papá iba a la Confitería del Teatro, donde estuvo Carlos Gardel, recuerdo que yo le preparaba la ropa sobre la cama. Mi papá jugaba muy bien al ajedrez, y en esa confitería se jugaba. Uno de los compañeros era el padre de Joaquín de Adúriz. Ese era el segundo hogar…”
“….sé que cuando vino Carlos Gardel, a quien vi en esa esquina –refiriéndose a la intersección de Pellegrini y Suárez-, esa mañana el tren había llegado temprano y se alojó en el Hotel Lafaille, ahora Hotel Avenida. Antes de ir a cantar se hizo batir una yema de huevo con vino, lo sé por una amiga mía, que era nieta de Lafaille. Todos los que vinieron junto a Gardel, recuerdo a Azucena Maizani, hacían todo caminando. Ellos estaban parados en esa esquina (Pellegrini y Suarez), y las maestras de la escuela los vieron, y levantaron las persianas y los saludaban. Pero a nadie se le ocurrió pedir un autógrafo, en esa época no se usaba. Yo tengo una pieza Melodía de Arrabal, que se la compró mi tía a uno de los guitarristas que bajó del escenario y vendía (…) es una pieza cualquiera, porque no se nos ocurría hacerla firmar. Conversábamos con todos los que vinieron, Francisco Canaro por ejemplo, los saludábamos, le dábamos la mano…”